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Testimonio sobre Adán Martin en su funeral

Las palabras que pronuncie al término del Funeral de Adán Martín en la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria el 20 de Octubre de 2010.

Señor presidente.

Señora Pilar Parejo.

Señoras y señores.

¿Qué decirles? ¿Qué decirte Adán?

¿Cómo resumir en unos minutos todos los sentimientos, todas las emociones, todos los deseos, todos los impulsos que han pasado por nuestras vidas desde que el 8 de Octubre empezaste a irte, sin vuelta atrás, del alcance de nuestra mirada para habitar en el recuerdo?

¿Cómo hacerlo?

Me enfrente anoche al papel en blanco con la íntima sensación de que en esa aspiración estaba y estoy abocado , si no al fracaso, sí a quedarme corto, lejos de poder abarcarte, lejos siquiera de poder esbozarte.

Señoras, señores

Hoy me toca dar testimonio de Adán Martín, en nombre de su familia (en la que me dejaron colarme de rondón con el paso de los años) y en nombre de sus compañeros y amigos, que quieren testimoniarles su agradecimiento sincero. Y añadir en Las Palmas de Gran Canaria un hito más en una despedida que no se quiere cerrar nunca, como no lo hacen nunca los diálogos abiertos.

Es un testimnio, es despedida y quiere ser, ante todo también, una celebración de los 67 años de una vida tan intensa como humilde. Una vida que cruzó por palacios con la misma naturalidad que por el más sencillo de los hogares.

Me corresponde agradecer a todos su presencia aquí, honrando su memoria, compartiendo la pena y aun la rabia a veces, pero tambien congratulándonos de haberlo conocido, de haber sido tocados con la fortuna de su bondad, de su ternura, de su alegría.

A Adán no le dio tiempo a despedirse.

Si pudiera, hoy les hubiera dado a todos una sencillas “gracias, muchas gracias”, pero de corazón, apretando los labios , con la ternura que cristalizaba en sus ojos en los últimos meses, cuando veía a un amigo o recordaba el pasado con la familia.

Se fue con un profundo y sentido agradecimiento -se lo aseguro – a todos los que confiaron en él, a todos los que le ayudaron de mil formas. A todos los que le aportaron su consejo o información, que él valoraba como joyas preciosas, como antidotos contra los errores en los miles de decisiones que hubo de tomar siendo el último responsable de la cadena.

Al mirar atrás, Adán veía la vida como un privilegio que le fue dado; primero por los que identificaron su potencial y luego por cientos de miles de personas que confiaron en él o le ayudaron.

Por eso, en sus últimos años, la palabra gracias habitó en su boca como ninguna otra.

Yo lo se y doy fe de ello: devolvió con creces la confianza de todos, no olvidó nunca los mejores valores humanos, con los que perfiló nuevas maneras y caminos que lo trascienden, que lo convierten ya en referencia de muchas cosas buenas; como muchos de uds. han recordado en estos días.

Las condiciones personales de Adán que tanto se han remarcado en estos días (su inteligencia, su tenacidad, su entrega, su visión) nunca le hubieran llevado a las altas responsabilidades que asumió, sin un entorno que le demandara primero y le empujara después a asumir elevados compromisos.

Entre las carencias que no le hacían candidato a la política profesional (entendida como la política de altura y no como el apego obsesivo al poder) se apuntaba la falta de la legítima ambición que mueve biografías y montañas; aparte de su desinterés para las florituras retóricas.

Siempre quiso hablar en las tribunas como en las reuniones o en los cara a cara; y eso defrauda a quienes disfrutan con la teatralidad de la política más que con su sustancia, con sus hechos descarnados, con su verdad.

Una persona así hubiera vuelto a su casa (como volvió) en 1987, cumplido su compromiso de ocho años con su ciudad natal, con la recuperación de la democracia y con su partido.

Se había entregado y había disfrutado desde un segundo plano en el Ayuntamiento de Santa Cruz. Descubrió una segunda vocación que tanto nos había de afectar a todos luego: el urbanismo y sus vastas planificaciones globales, como ordenadoras de todo el humano entorno . Pero no quiso sucumbir a ella porque quería afrontar, como su padre, aventuras individuales, emprendedoras.

No llegó: no le dejaron que llegara muy lejos en ese propósito. Por fortuna para casi todos, también para él.

Quien le habÍa convertido en su mano derecha, en su izquierda y en su cabeza (como ha descubierto y remarcado en estos días) fue de nuevo el factor determinante de su entorno para que no abandonara la actividad pública. Como lo sería otra vez, 12 años más tarde cuando, después de exprimirse al maximo en el Cabildo de Tenerife, le pide que continue en el Gobierno de Canarias la labor iniciada por él.

(Ya habrán adivinado que me estoy refiriendo a D. Manuel Hermoso).

Para entonces, lo que unos llaman el veneno y otros sienten como el elixir de la política había anidado ya en la cabeza de Adán Martín.

Y ya no le importa asumir una posición subordinada en el Gobierno; porque sabe que así dispone de más tiempo y margen para armar todo su conocido sistema planificatorio, con vigencias de diez a veinte años, hoy todavía desplegándose.

Me he detenido un poco en estos hechos porque, sin ellos, no se entiende una clave importante de su vida y de la transición democrática en Canarias.

Y esa clave es la reciprocidad mutuamente generosa de Manuel Hermoso y Adán Martín, que conjuntaron sus diferentes capacidades para conformar una pareja política y personalmente arrasadora en muchos sentidos.

Confirmé de nuevo en estos días que el cruce de esas dos generosidades y de otras muchas y el permanente tejido de complicidad dentro y fuera de su propio grupo le permtieron a Adán Martín desplegar una potencia de acción enormemente transformadora. De esas que nunca cabe esperar de un solo hombre, de una institución, de un solo partido.

Adán Martín fue un hombre transversal, aunque suene mal, aunque suene raro. Eso ha hecho posible que se haya convertido en estos días en patrimonio de todos los canarios. En un valor de referencia en el que pueden mirarse con orgullo la gran mayoría; y siempre con respeto y aun afecto los que afirman no comulgar con sus ideas o las de su partido. Quizá porque pertenece a esa categoría de políticos no sectarios. De los que incluso se alegran de apartar su posición de partida o de partido si hallán en los otros un punto de encuentro; viable, operativo.

Porque encontrar y encontrarse fue uno de los deportes favoritos de Adán, sino el verdaderamente único.

Pero hablar de él solo como patrimonio de los canarios se nos hace como recluirlo en un museo.

Y si algo fue y no dejará de ser nunca es simiente, semilla, germen.

Una semilla rara avis, que no respetaba ni las estaciones del año ni las horas del día para germinar.

Una semilla en permanente floración que no se tenía como tal, porque nadie lo vio nunca endiosado como un genio.

Fue también un recolector paciente de las ideas de todos, a los que echaba la red de sus preguntas, mucho antes de tratar de imponerles sus propias ideas. Ordenaba luego todas como un laborioso y artesano puzle a cualquier hora. Y las devolvía como proyectos asumibles para todos.

Sintetizó así los códigos genéticos más hermosos de Canarias para devolverlos en nuevos frutos.

Ese fue uno de sus métodos preferidos. Fácil en apariencia, pero solo posible con una ingeniería fina, una paciencia estóica , una empatía siempre abierta y la generosidad final, siempre la generosidad, como la salsa de todos sus guisos.

Una semilla grande, poderosa, que el activaba. Por eso sus amigos, su familia, sus compañeros , queremos regar su recuerdo siempre, activarlo por el. No con grandes avenidas, sino gota a gota. No anegando su figura con tan grandes como olvidadizas celebraciones, sino manteniendo fresca esa semilla, que abrió y abrirá posibilidades todavía inexploradas.

…..

De alguna forma, Adán, te creiste millonario en unidades de tiempo , por tu capacidad para estirar las horas y los días, hasta límites no contemplados por las leyes de la Física.

No me creeran si les digo que viviste más de cien años, por la intensidad con que estrujaste cada minuto.

Hoy estas aquí presente, Adán.

Celebramos tu vida y tu semilla de futuro, que hoy buscamos en tus hijos y, sobre todo, en el fondo de los ojos todavía nublados de Pilar.

Una mujer, tu mujer, que hizo de tu amor la razón de su vida , que se contamino de ti más que ninguno de nosotros y que sigue buscando en su interior la forma de preservarte más allá de sí.

Lo digo bien alto y bien claro porque ésta es también la celebración de un amor más fuerte que la muerte.

Y te lo digo ahora que lo se a ciencia cierta: dejas tu principio activo en muchas personas; pero anida sobre todo en ella, en Pilar, porque Uds. lo cultivaron juntos en los más felices momentos y en las mas duras circunstancias. Lo alimentaron juntos a la búsqueda de una íntima felicidad que se expresa por momentos, que se acerca y se aleja, para tener que volver siempre a buscarla, como debe ser.

Porque nadie puede vivir saciado permanentemente. Todo es búsqueda, perdida y vuelta a encontrar.

Felicidad.

Tu discurso de la felicidad.

La pusiste en la investidura de tu último mandato no como objetivo colectivo. Porque la felicidad es siempre íntima. Tu objetivo fue siempre proveeer lo medios para que hombres y mujeres removieran los obstáculos para alcanzarla .

Pusiste tu felicidad en allanar la de los demás.Y en acercar a un pueblo y a una tierra dividida no solo por el mar, para que pusiera en valor toda su potencia creativa.

Para los que te apreciaron de cerca, lo autenticamente singular no fue solo lo que hiciste sino cómo lo lograste.

Ahí es donde recreaste, Adán, las pautas más excelentes de la convivencia humana.

Hoy damos testimonio de ello. Hoy te lo agradecemos, Adán.

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El don de Adán

Un despedida en el día de su muerte

Cuando en un hombre se cruzan una extraordinaria inteligencia y una intensa y bondad  la suma se convierte en todo un don para los que le rodean. Si además esa persona se dedica a la denostada política, ese donación se extiende y se  multiplica.

Durante más de veinte años he sido testigo cercano de un caso así. He visto a Adán Martín entregarse siempre sin medida  a la llamada «cosa pública», con un despredimiento poco conocido y unos efectos que están sembrados en las siete islas y que seguirán fructificando por largo tiempo. Porque siempre se preocupó  mucho más del futuro que del inmediato presente. Las decenas de planes que dejó plantados se han relentizado ahora por las penurias de las arcas públicas, pero seguirán construyendo Canarias durante muchos, muchos años. El  sabía que en la política apenas se puede maquillar el presente  pero se puede determinar mucho el futuro si se mira lejos. Y él lo hizo .

Siento un inmenso orgullo por él. Y una pena arrastrada y larga. Ambos sentimientos luchan y se superponen en unas horas tristes, en las que se combina la rabia por el injusto adelanto de la muerte a su hora natural, con el recuerdo de los mejores momentos, que nunca fueron  entre multitudes, sino en la intimidad, entre papeles y cifras, entre bocatas y cafés.

Buscó siempre maximizar, optimizar, aprovechar  las oportunidades. Y sobre todo, aprovecharlas juntos, buscando la cooperación y el entendimiento de todos. Y en esa búsqueda de lo mejor empleó 20 horas al día, 365 días del año, con una energía indesmayable que le sostuvo incluso en sus meses finales, cuando ya sólo se irradiaba en forma de ternura.

Más allá de lo que digan o dejen de decir las crónicas, lo que puedo afirmar  sin el menor atisbo de duda  es que Adán Martín me hizo mejor persona. Y esa es una deuda impagable. Nos hizo mejores a todos los que tuvimos la fortuna de trabajar con él en algún momento. Porque el conocimiento y la bondad, sumadas a una energía incombustible, son una mezcla poderosa para influir en la vida de las personas y de los pueblos.

Cuando pase el tiempo nos alegraremos por la intensidad de su vida, por su indesmayable capacidad para hacer germinar tantos proyectos sin dañar ni  lastimar aposta a nadie. Compartir fue su fórmula mágica: reunir las suficientes voluntades para atacar los más altos logros, aunque eso le privara de quedarse solo en el primer plano. Nunca subordinó un objetivo a su brillo personal. Marcó un estilo que siempre puede ser espejo de las mejores prácticas, incluso en la gestión de los tiempos, tan esenciales en la política, aunque en el ámbito personal fuera un procastinador empedernido, en su afan por estirar las posibilidades de cada segundo.

Los amigos le hacían bromas y le aseguraban que llegaría tarde a su propio entierro. Y en eso procuró también no defraudarles. Mantuvo hasta el final una titánica pelea, durísima  en sus tres últimos meses y solo llevadera por ese flujo de amor desbordante de Pilar, Adán junior, Pablo, Dulce,  Fernando, Toño, y Maria Asunción, entre otros,  que dignifica la vida y su término.

Veintitrés años. Más que perder, sólo le he visto ceder auténticamente en la única batalla que un hombre  no puede ganar. Siento que la real pérdida es la nuestra. Porque la de Adán Martín es una vida ganada, intensa, plena, don eternamente germinal… para y por todos nosotros.

(Publicado en El Día)