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Exposición fotográfica «Adán Martín. In memoriam»

Choque de gorras, afinando la puntería para el beso (2016)

La muestra fotográfica «Adán Martín. In memoriam», del fotógrafo Carlos González, se prolonga hasta el sábado, a las 14 horas, en la sala de exposiciones del Parlamento de Canarias. Hoy viernes, su horario concluye a las 20 horas.

A lo largo de sus 28 años en la actividad pública, desde los inicios democráticos de 1979 en el Ayuntamiento de Santa Cruz hasta su salida del Gobierno de Canarias en 2007, Adán Martín no hizo apenas sesiones o posados fotográficos. Tampoco en público buscaba el ojo a la cámara. Pero en tan largo periodo en el servicio público existen miles, decenas de miles de fotos que son testigos, sobre todo, de su sonrisa. Una sonrisa que, a su vez, era una adelantada de su franqueza, de su llanura en el trato, de su natural forma de quitarse importancia, de su capacidad de situarse en cada momento -olvidándose de la cámara – a la altura vital del que tenía enfrente, fuera un niño, un anciano, un sabio o un persona corriente.

La selección de fotos de esta muestra recoge una parte de su esencia y aspira a rendir un pequeño homenaje, a los diez años de su temprana muerte, a un hombre sin excesivas ambiciones políticas. Un hombre que comenzó como concejal, que se retiró a su casa después de ocho años y que hubo de ser repescado a última hora para liderar una candidatura al Cabildo de Tenerife, desde la que transformó la institución en doce años. Y con esa enorme experiencia dejó una impronta grande en sus ocho años en el Gobierno de Canarias.

Adán Martín fue el hombre del que más he aprendido en mi vida y el que, junto a mi padre Antonio, aún me ayuda a ser mejor persona. Y no tanto porque Adán fuera por ahí dando grandes lecciones. Bastaba fijarse un poco en lo que hacía y en cómo lo hacía para descubrir buenos ejemplos, buenas prácticas. Basó su potencia profesional y humana en su formidable memoria de elefante para procesar y mezclar las cosas buenas y en su memoria de mosquito para las maldades y las ofensas. Y minimizó los errores con el estudio a fondo pros y contras y con la escucha sin prejuicios a los defensores y detractores de propuestas o proyectos difíciles. Persistente hasta llevar incluso la contraria al reloj cuando lo precisaba, no dio nunca por perdido un balón hasta el último segundo; y aun hasta más tarde. Con esas tres armas y la paciencia estoica de un planificador a largo plazo fortificó unas maneras entrañables de ser y de hacer: generosa en el trato y fructífera en los resultados.

Adán Martín fue un hombre que generaba y mantenía lazos irrompibles de apoyo, estímulo y amistad con sus equipos; incluso, increíblemente, con ese pequeño puñado de compañeros de partido que le dieron miserablemente la espalda en sus tres últimos años, a pesar de haber crecido a su estela. Nunca dejó de asombrarme el cómo llevaba su amistad hasta el extremo de buscar justificación de algún tipo a las debilidades humanas de aquellos supuestos amigos que se envilecieron con él hasta lo indecible cuando decidió dejar por completo las instituciones para volver a su oficio.

Adán Martín trazó siempre líneas de confianza permanente con los partidos de enfrente o los colectivos sociales, porque cumplía su palabra. Y porque su imagen [tan viva aún en la muestra que mañana se cierra] no era impostada. Era fiel reflejo del hombre bueno que había detrás.

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Adán, un tecnócrata con un para qué

«La felicidad es un concepto difícil de definir, muy complicado de alcanzar y quizá imposible de conservar indefinidamente, pero es la aspiración más profunda del ser humano»

A los diez años de su muerte, bueno es recordar a esa rara avis de la técnica política que fue Adán Martín.

Con ese cierto desdén de quienes se creen por encima de eso, decían que era un tecnócrata, sobre todo un tecnócrata.

Tecnócrata como quien está más apegado a los datos y reglas que a las altas misiones e intuiciones reveladas de la alta política, o a sus retóricas de salón. Suena a eurócrata o burócrata y poco a estadista, dirigente o líder.

Pero durante sus casi treinta años en política no perdió ni una sola de las elecciones en el ámbito canario (local, insular y autonómico) a las que se presentó o encabezó, desde su primera elección como concejal en 1979. Quizá no haya un ejemplo igual. No lo hay. Curioso para ser un simple tecnócrata.

Hay muchos políticos que minusvaloran la técnica, el dato o la ciencia y lo fían todo al relato, se dice ahora. Antes lo llamaban propaganda o marketing, pero suena mucho peor.

El relato no cambia las cosas pero ayuda a que crean que sí los que se fijan menos.

Adán Martín, descubrió que su mejor relato eran los hechos. Puros, desnudos. Había que hacerlos y pasar a otra cosa. De tantos y tantos, hasta los que no se fijan acababan por verlos; sobre todo cuando se construían en base a planes de los que todos se sentían partícipes. Y entonces, nadie tenía que creer en relatos cuando esas narraciones eran las suyas propias o hechos a la vista y disfrute de todos. El hecho demuestra y el relato aparenta. Justo hace diez años, justo cuando Adán Martín murió, publiqué en EL DÍA una pequeña pieza, El don de Adán, en la que quise resumir su gran y fascinante herramienta secreta: “Compartir fue su fórmula mágica: reunir las suficientes voluntades para atacar los más altos logros, aunque eso le privara de quedarse solo en el primer plano”.

Cuando todavía no se hablaba de “políticas basadas en la evidencia” como antídoto contra todas las cantinelas, cuentos, fábulas y bulos [ahora llamadas desinformaciones, intoxicaciones o postverdades] el tecnócrata Adán Martín empleó el dato técnico como un arma poderosa para hacer políticas tan sostenibles en el tiempo que aún muchas se están desplegando hoy, diez años después. Se dice fácil, pero requiere muchos codos y mucha escucha. Activa, antes y después.

Manejar datos hasta exprimirles evidencias que convertir en planes y proyectos no es en sí mismo condición suficiente para nada bueno. Siempre ha de haber un buen para qué.

Y Adán Martín, que sabía que la felicidad no se puede ni planificar ni programar [porque siempre la experimentamos en modo pasado, en hechos felices que nos pasaron] supo encontrar un porqué y un para qué. Y lo expresó en la hora de su investidura como presidente del Gobierno de Canarias en lo que, años después, algunos lo llamaron en un libro “El Discurso de la Felicidad”:

“Cuando uno se pregunta —dijo en el Parlamento— por qué está en política… cada uno de nosotros podría plantear diferentes razones. Pero hay un objetivo común que debe unir a todos los gobiernos, a todos los que sirven a los demás: el deseo de conseguir las condiciones objetivas para la felicidad de las personas. Fíjense que no digo hacer felices a las personas, sino solo facilitar los medios para que pueda ser posible. La felicidad es un concepto difícil de definir, muy complicado de alcanzar y quizá imposible de conservar indefinidamente, pero es la aspiración más profunda del ser humano. (…) Hemos venido aquí con la tarea de crear las condiciones para que se multipliquen los momentos felices de las mujeres y los hombres que viven en Canarias”.

Sé a ciencia cierta que muchas de las semillas que dejó plantadas siguen germinando diez años después, siguen generando “condiciones para la felicidad” en Canarias. Y cuando alguna novedad o noticia me lo evidencia, se me aparece su luminosa sonrisa por cada logro alcanzado. Y la replico. Felizmente.

Publicado en El Día: https://www.eldia.es/dominical/2020/10/04/tecnocrata-22326113.html

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El premio, la suerte, la deuda y la pérdida de Adán Martín

Adán Martín fue un premio de la vida para los que tuvimos la suerte de trabajar con él durante años y para muchos, muchísimos más. Su equipo lo recuerda de muchas maneras, que confluyen siempre en una línea maestra tan sencilla como cierta: Fue una persona buena y una buena persona en el doble sentido de la expresión; y en la doble vertiente personal y profesional. Siendo un político de larga trayectoria, a muchos les parecerá increíble, imposible. Pero el libro testimonial que han escrito sus amigos y compañeros a los siete años de su muerte da fe de ello.

He desconfiado siempre de los panegíricos, porque rara vez me resultan creíbles cuando los leo o escucho; porque la realidad siempre es gradual, contradictoria, un escenario de luces y sombras que a menudo nos ciega o nos deslumbra, sin que sepamos cuando. Pero esa prevención se me derrumba siempre a la hora de hablar sobre Adán Martín. Y no porque no tuviera defectos o limitaciones, sino porque su buena madera, su apertura al cambio y su paciente tolerancia  con los demás le permitía corregir con rapidez, absorber lo mejor de cada situación y persona y dar por olvidadas siempre las malas experiencias y los agravios.

Decir que Adán Martín fue una buena persona no es descubrir mucho. Hay buenas personas a raudales, frente a lo que la gente piensa. Lo que hay menos son personas excepcionalmente buenas como él, que ejerzan sin la menor presunción de serlo, con esa simplicidad y  humildad que, paradójicamente, acaban siendo apabullantes. Pareciera que no les costase apenas, que fuera en ellos lo más natural del mundo. Como si vinieran buenos de fábrica y no tuvieran sino que seguir siendo ellos mismos. Como si portaran una brújula interior que les abocara siempre e irremediablemente, sin mediar su voluntad, al norte de lo bueno.

Pero no es cierto. No hay brújulas certeras y unívocas para conducirnos con acierto por la vida. Y menos por una vida como la suya, tan intensa y cargada de decisiones. La de Adán Martín siempre fue una brújula dubitante, como debe ser cuando se ha de elegir entre tantas posibilidades, entre tantos caminos alternativos, entre tantos aciertos y errores, muchas veces cada día; y cuando la última palabra es la tuya porque ya no hay nadie más arriba para cargar con la decisión difícil. En su caso, no haber manejado una brújula prudente y nada apresurada hubiera sido insensato para el buen fin de las miles de elecciones que tuvo que realizar en 28 años de servicio público intenso. Bien podríamos decir que Adán Martín fue un hombre radicalmente bueno, asaltado por el análisis y la duda; entendiendo ésta no tanto como una limitación o debilidad, sino como un instrumento para mejorar lo mejorable al máximo, para no equivocarse o para no lastimar a terceros.

Y la de Adán fue una brújula dubitante que nunca fue subterfugio para la inacción, porque estaba impulsado por una pila de energía poderosa, por una inteligencia poco común y por una autoexigencia permanente. Si a esas condiciones se une la bondad -el concepto para mí más asociado a su persona – se entiende bien que su vida fuera todo un don, una suerte, un premio para los que tuvieron la suerte de compartirla. Un don que alcanzó y sigue alcanzando de alguna manera a toda la ciudadanía canaria.

Adán Martín buscó siempre maximizar, optimizar, aprovechar las oportunidades. Y, sobre todo, aprovecharlas juntos, buscando la cooperación y el entendimiento de todos. Y en esa búsqueda de lo mejor empleó 20 horas al día, 365 días del año, con una energía indesmayable que le sostuvo incluso en sus meses finales, cuando ya sólo se irradiaba en forma de ternura. 
Con el aprendí algo que se me reveló como una de sus más poderosas herramientas: La empatía fue su arma de construcción masiva cuando apenas conocíamos esa palabra. Su capacidad para ponerse en el lugar de todos, unir cabos, y hallar mínimos comunes denominadores que suscitaban amplios acuerdos fue la clave esencial con la que construyó la más fecunda trayectoria política de toda la etapa democrática de Canarias; no tanto por sus victorias como por sus resultados. Y eso que, aun al final de su vida, todavía había sesudos analistas mediáticos que se preguntaban, con ocho consecutivas victorias electorales a sus espaldas, si Adán Martín era un político o solo un tecnócrata.
Mi mayor deuda con Adán Martín no tiene nada que ver con lo antedicho. Adán me hizo mejor persona, así de claro; y esa es una deuda impagable. Nos hizo mejores a todos los que tuvimos la fortuna de trabajar con él en algún momento. Porque el conocimiento y la bondad, sumadas a una energía incombustible, son mezcla poderosa para influir en la vida de las personas y de los pueblos. Hoy su recuerdo aún me entristece; porque no mereció un final de vida tan temprano, abrupto y doloroso, pero también me alegra y enorgullece por la intensidad con la que vivió siempre, por su fecunda capacidad para hacer germinar tantos proyectos sin dañar ni lastimar aposta a nadie, y por haber tenido el privilegio de vivir con él todo eso de cerca; siempre sin una palabra más alta que otra, a pesar mis errores, fallos y retrasos.

Por eso es que nada puedo entender en mi trayectoria sin el hombre que, hace justo ahora treinta años, recién llegado a la Presidencia del Cabildo de Tenerife,  me invitó a trabajar con él, cuando yo todavía era un desconocido periodista veinteañero, con la desconfianza siempre cargada frente a cualquier político. 

Entonces no  lo podía saber, pero hoy se que el mayor premio de mi vida profesional es que alguien como Adán Martín me mantuviera siempre cerca de él durante dos décadas; y se que eso me marcó tanto como para que siga siendo, ahora y siempre, una referencia constante en mi vida.  Porque es inevitable que una ejemplaridad tan potente [en lo personal y en lo publico] te acompañe siempre.  Y, muchas veces, ante una disyuntiva que se presenta difícil me pregunto: ¿Qué haría Adán?  Y al hacerlo, se lo aseguro, no puedo hallar sus soluciones pero sí el estilo y el camino para encontrarlas.Los amigos le hacían bromas y le aseguraban que llegaría tarde a su propio entierro. Y en eso procuró también no defraudarles. Mantuvo hasta el final una titánica pelea, durísima en sus tres últimos meses, que llegó finalmente a perder antes de tiempo solo porque una infección hospitalaria traidora y oportunista vino a complicar implacablemente su tratamiento.

Cuando murió dije que, siendo siempre hábil ganador -lo repito – de las ocho elecciones políticas a las que se presentó [nadie tiene récord igual en Canarias], Adán Martín sólo había cedido auténticamente en la única batalla que un hombre no puede ganar. Y que la real pérdida fue la nuestra. Porque la de Adán fue una vida ganada, intensa, plena, don eternamente germinal… para y por todos nosotros.

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La huella de Adán Martín en el Congreso de los Diputados: 135 intervenciones en tres años

Adán Martín fue diputado del Congreso durante una corta legislatura de tres años, de 1993 a 1996 , justo desde el momento en que se constituyó Coalición Canaria (CC) para formar una mayoría en el Parlamento regional que diera lugar al primer gobierno nacionalista de la historia del Archipiélago.


La convergencia bajo unas mismas siglas de las dos uniones partidarias (AIC e ICAN) y los tres partidos (AM ,CCI y PNC) de ámbito canario que constituyeron CC les permitió ganar las elecciones autonómicas en las tres convocatorias siguientes. Y, en todo caso, encabezar el Gobierno de Canarias en los seis mandatos posteriores, hasta nuestros días.


1993 es el año de un giro radical en la historia de Canarias: Con Manuel Hermoso en la presidencia del Gobierno de Canarias y se constituye el primer Grupo Nacionalista del Congreso de los Diputados, con Adán Martín, Lorenzo Olarte, José Carlos Mauricio y Luis Mardones: cuatro escaños, el cuadruple de lo obtenido por AIC en las dos elecciones anteriores.


Es en este contexto de cambio radical del mapa político de Canarias cuando Adán Martín llega al Palacio de las Cortes, en el arranque de la última legislatura liderada por Felipe González, con un gobierno socialista en minoría, muy abierto al pacto y a la negociación con los grupos minoritarios del Parlamento.  Coalición Canaria irrumpe en el espacio nacionalista del Congreso , con nivel ya de grupo parlamentario, que hasta entonces solo ostentaban CIU y PNV . Y mantiene el carácter moderado y pactista que que había caracterizado a AIC. Coalición Canaria logra presencia en todas las comisiones y en todos los debates. Y, por primera vez en la historia, puede ejercer una labor muy pedagógica sobre el hecho diferencial canario, escasamente conocido por la mayoría de los diputados. Y asimismo,  está en condiciones de  introducir en la práctica totalidad de las leyes económicas o territoriales la «salvedades canarias», en ámbitos como la energía, aguas, puertos, aeropuertos, turismo, agricultura, industria, fiscalidad o financiación autonómica.

Los diputados del Congreso  que compartieron con Adán Martín la legislatura 1993 -1996 pudieron conocer de primera mano  su visión de la «España archipielágica» que había ido madurando con los años. Y que en buena medida tuvo su acabada lectura  en grandes proyectos transversales como el Eje Transinsular de Infraestructuras de Canarias y en el proyecto de Estatuto de Autonomía que llegó al Congreso una década después, en 2006 , después de haber sido aprobado por el Parlamento de Canarias casi por unanimidad. En ese consenso amplio [que no ha vuelto a producirse en Canarias en los últimos nueve años]  tuvo mucho que ver la mano izquierda y la estrategia con la que definió la Comisión de Expertos que diseñó el nuevo Estatuto para ponerlo a la altura de los mejores. Y lo hizo manteniendo un estrecho contacto negociador con el PSOE y con el PP, cuando ninguno de los dos estaban en el Gobierno de Canarias, aunque al final las cosas se torcieran ya en el Congreso de los Diputados por los desacuerdos sobre la ley electoral que bloquearon el proceso en la siguiente legislatura y, con ello, las ilusiones de muchos de los que esperan un mejor encaje  de Canarias  en el bloque constitucional español.

Entre  1993 y 2007, primero como diputado durante tres años y luego como permanente negociador, Adán Martín desplegó su mayor actividad en las relaciones de Canarias con el Estado. Siempre fue más duro y contundente en las conversaciones a puerta cerrada que en las manifestaciones públicas. No en vano una de sus pautas de trabajo era el ser exigente en privado ante instancias superiores (gobiernos de Canarias y de España) y no ser descalificante o agresivo en público al referise a esos contactos. Y era así tanto por su propio talante como por no romper las vías de negociación y de acuerdo: llevaba la negociación y el pacto en su ADN.


Todo lo que a a puerta cerrada era de demandante e incisivo se convertía en conciliador a la hora  de reflejar las posiciones ante los medios y no al revés. En su estilo  siempre prefirió detallar las discrepancias y apuntar siempre posibilidades de acuerdo antes que otras tácticas basadas en ese tipo de confrontación permanente que busca réditos políticos más  que sellar acuerdos rápidos y eficientes.

Cuando Adán Martin llegó al Congreso en 1993 era un hombre que ya le dedicaba entre doce y catorce horas diarias a la Presidencia del Cabildo de Tenerife; y desempeñaba además la  Secretaría General de la Agrupación Tinerfeña de Independientes, ATI [aun no disuelta en Coalición Canaria ]). Las encuestas previas le otorgaban un alto nivel de popularidad en su partido, lo que le convertía en candidato idóneo para conseguir dos escaños en su provincia, doblando el número de los que habia logrado AIC en el año 1989. Ese fue el motivo con el que le convencieron para encabezara una candidatura que le complicaba la vida. Tampoco se había postulado para el cargo cuando en 1987 aceptó liderar la lista al Cabildo, en la creencia de que le tocaría estar en la oposición, con solo una dedicación parcial a la política. Seis años después, sabía que la elección como diputado era segura y que si aceptaba iba a asumir un triple rol e iba a tener que estirar el tiempo como nunca antes lo había hecho.


A Adán Martín le gustó mucho trabajar en el Congreso, sobre todo porque, además de hacer política, le permitía acceder a un nivel alto de información sobre gran variedad de temas importantes para la gestión de los intereses insulares, especialmente en las comisiones o las ponencias, donde la política baja al dato y se aleja del permanente teatro de los plenos. Los periodistas parlamentarios recordaban cuando murió que Adán Martín fue -y así los atestiguan las actas – un diputado más de comisión que de pleno, sabedor de que en la comisiones se podía debatir, contrastar opiniones, aprender e influir verdaderamente en otros grupos, porque se podía analizar los temas con ese nivel de detalle y profundidad con los que el se sentía a gusto. Porque necesitaba rodearse de los más y mejores datos para convencerse antes que nada a sí mismo y estar verdaderamente seguro del camino elegido antes de tratar de imponérselo al resto; o antes de modificar su posición con las opiniones de los otros.


Siempre creyó que el más de un centenar de horas que pasó debatiendo con expertos en la Comisión parlamentaria sobre  Plan Director de Infraestructuras (PDI) había sido el mejor master universitario que pudo realizar en su vida, porque por allí pasaron las más brillantes cabezas del país  en la materia. Aquella experiencia le confirmó su apuesta por la planificación como modo de trabajo. Adán Martin llevaba siempre el traje de ingeniero puesto y por eso dejó especial rastro en el PDI que presentó José Borrel . No se perdió ni una sola de las sesiones de la ponencia e introdujo ya hace veinte años aportaciones muy relevantes para que se dejara de considerar a España solo como una mole continental y se entendiera que la conectividad de los archipiélagos era y es esencial.

Del Congreso salió más y mejor pertrechado para poner en contexto español las singularidades evidentes de Canarias. Y eso lo agradeció siempre. Porque al diputado novel que fue le aportaba el pormenorizado conocimiento que le daba su condición de ya experimentado presidente del Cabildo de Tenerife.  Y al titular del gobierno insular el diputado que era le abrió puertas de despachos madrileños, le facilito  respuestas a preguntas precisas, le permitió negociar inversiones, le posibilitó infuir en el diseño de las redes de transportes (puertos y aeropuertos) que sabía cruciales y, lo humanamente más emotivo, hizo posible dilatar el cierre de la que entonces era, paradojicamente, la fabrica de tabacos más rentable de Tenerife , Philips Morris-TACISA, condenada al cierre por los acuerdos de la multinacional con Tabacalera, ambas empeñadas en concentrar la producción en pocas fábricas. Y lo hizo en plena sintonía con un comité de empresa, que se batió durante más de un década por mantener el empleo en el que entonces era el principal subsector industrial de Canarias.

En el Congreso Adán Martín reforzó y asentó una idea clave en su vida y en su trayectoria : la necesidad de primar y trenzar grandes acuerdos entre los grupos diferentes  para garantizar que las nuevas políticas fueran eficaces y duraderas. Solo así era y fue posible que planes y proyectos que necesitaban  más de una década para llegar a buen puerto se cumplieran, incluso cuando él ya no estaba, como ocurrió con los 36 planes que dejo ejecutándose  en el Cabildo de Tenerife cuando salió de la institución en 1999. O con los doce planes pactados con los cabildos desde el Gobierno de Canarias, que en algunos casos aún siguen ejecutándose; sobre todo los que implicaban grandes recursos  en materia de sanidad y de transportes y conectividad entre las islas. Los que claman por la integridad española y se centran en la bandera o en los símbolos no caen muchas veces en al cuenta de que las comunicaciones con Canarias y Baleares son los auténticos hilos umbilicales que aseguran la unidad real de España, la viabilidad de ambos archipiélagos y el bienestar de sus tres millones de habitantes. Adán Martín sembró esa inquietud  sobre la conectividad en el Congreso y la llevó continuamente a diversos ministerios, especialmente a los de Fomento e Industria y Turismo; y a Bruselas. 

Pero su visión sobre la conectividad nos se limitaba al ámbito español. Estaba convencido de que la conversión del Archipiélago en un autentico nodo o hub intercontinental lo reforzaría como primer destino turístico mundial en invierno y le abriría las puertas para ejercer un papel de liderazgo  y de coordinación en la cooperación mundial con África. Esa vertiente humanitaria la acentuó más tarde, desde la Presidencia del Gobierno de Canarias, cuando la continua llegada de pateras redescubrió a Europa sus obligaciones pendientes con el continente más critico y empobrecido del mundo.


Adán Martín se formó en el cultura de la primera transición democrática y fue singular exponente de lo que hoy es una rara avis: un político que prefiera el acuerdo a la confrontacion, el dialogo y la búsqueda conjunta de lo bueno, en lugar de esas soluciones «mejores» que a cada uno le gusta tener para todo. Firme partidario de que lo mejor es enemigo de lo bueno, prefirió encontrar entre todos una solución que valiera para la inmensa mayoría. Convencido de que vale más siempre un acuerdo que un gran pleito, su trayectoria le demostró además que esa actitud era la correcta políticamente:  De forma interrumpida,  desde 1979 ganó siempre las elecciones políticas a las que concurrió [Ayuntamiento de Santa Cruz, Cabildo, Congreso, Parlamento de Canarias], mejorando casi siempre los resultados anteriores.

Dejó en el Congreso su huella en 135 intervenciones documentadas en temas sobre todo económicos y territoriales. Aparecen en los diarios de de sesiones digitales y desde hace algun tiempo pueden también consultarse en formato de audio. Y no quiso continuar porque el trabajo en el Gobierno insular le detraía demasiado tiempo como para aportar en Madrid todo lo que el le gustaba.  Renunció a seguir en el Congreso por ese motivo y guardaba un magnifico recuerdo tanto de sus iniciativas parlamentarias  como de todo lo que pudo aprender. 

Adán Martín buscó siempre maximizar, optimizar, aprovechar las oportunidades. Y, sobre todo, aprovecharlas juntos, buscando la cooperación y el entendimiento de todos. Compartir fue su fórmula mágica: reunir las suficientes voluntades para atacar los más altos logros, desde un pequeño ayuntamiento a las instancias de la Unión Europea. Dejó en ese camino  todo lo mejor de sí. Y años después de su muerte , sus semillas todavía estan fructificando.

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El último mensaje de Adán Martín

«Para alcanzar ese auténtico mercado único interior, necesitamos financiar entre diez y
quince obras importantes en comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas».

Adán Martín, el sexto presidente del Gobierno de Canarias, murió el 10 de octubre de 2010, después de dedicar más de un tercio sus 67 años a la política, al servicio público, en el Ayuntamiento de Santa Cruz, en el Cabildo de Tenerife, en el Congreso de los Diputados y en Gobierno de Canarias. Antes, durante y después de esa larga etapa de veintiocho años fue un emprendedor constante. Corredor de fondo, gustó siempre de jugar a medio y largo plazo.

Adán Martín siempre trabajó con planes y programas, con metas y objetivos. Y fue alérgico a las ocurrencias improvisadas, fuente para él de la arbitrariedad, del despilfarro y de la falta de equidad en el uso de los recursos públicos. En esta hora del análisis de su vida no es fácil abarcar a una personalidad pública compleja, que diversificó sus esfuerzos en tantos frentes de actividad. En lo personal, sin embargo, es más sencillo aproximarse a él. Fue un hombre radicalmente bueno, asaltado por la duda. Entendiendo ésta no tanto como una limitación o debilidad, sino como un instrumento para mejorar lo mejorable al máximo, para no equivocarse o para no lastimar a terceros.

No siendo un teórico [porque le atravesó siempre su condición de ingeniero, su afán por resolver problemas prácticos], fue sin embargo un auténtico visionario; por su afán constante para tratar de adelantar el futuro. Y en ese punto quiero centrar esta pequeña semblanza. No tanto con mis palabras como con las suyas. En esta pasada primavera, dominada políticamente por la campaña electoral de 2011, cuando el debate político ha inundado Internet, los blogs y las redes sociales, afectando en cierta medida a los resultados electorales, no he podido sino recordar un acto y unas palabras suyas sobre este fenómeno. Pero de hace… 15 años.

Se celebraban entonces las elecciones generales de 1996. Era titular del Cabildo de Tenerife y dejaba aquel año el Congreso de los Diputados, al que se presentaba por primera vez el hoy presidente canario Paulino Rivero. Adán Martín asumió la coordinación de la campaña de CC y programó el primer cibermitin de la historia política española. Se hizo a través del entonces incipiente chat, una de las herramientas precursoras de las redes sociales de hoy. Junto a Rivero y a Alberto Génova mantuvo ese primer y pequeño mitin virtual. Y allí, entonces, ya anunció: “Hemos convocado este primer cibermitin desde España para destacar en las siete islas, en todo el país, y en todo el mundo la importancia que las telecomunicaciones tienen para los territorios insulares y alejados. En las elecciones que tendrán lugar dentro de tres o cuatro años, los mítines a través de Internet serán una práctica habitual en España. Hoy nos estrenamos y pedimos anticipadas disculpas por cualquier fallo que se pudiera producir”.

Cuando a la vuelta de los años, de los lustros, ese tejido digital ya permeabiliza nuestras vidas, no dejó de insistir sobre la necesidad de mejorar nuestra conectividad digital; porque a los ultraperiféricos los convierte en céntricos si son capaces de aportar buenos contenidos. Pero puso más énfasis en los últimos tiempos en la conectividad física: las comunicaciones e infraestructuras terrestres, marítimas y aéreas. En instalaciones que ahora se miran con recelo, pero que son el puente más sólido hacia esa plataforma entre continentes en la que se han puesto tantas esperanzas. Adán Martín diseñó lo que se llamó la Red Transcanaria de Transportes y el Eje Transinsular de Canarias ( https://www.gobiernodecanarias.org/transportes/eje_transinsular/ ), como la mejor y más grande oportunidad para unir a Canarias y, sobre todo, para lograr sinergias que generen riqueza y empleo. Y lo siguió alentando después, hasta el final de sus días.

En su última conferencia pública, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, insistió: “Necesitamos las comunicaciones si queremos ganar centralidad, si queremos salir de la marginalidad, si queremos tener una oportunidad en la globalización… Si tuviéramos una conectividad barata y formáramos realmente un colectivo de dos millones de personas plenamente integrado, surgiría todo un abanico de nuevas posibilidades empresariales y de empleo… Y creo que estamos olvidando que, para alcanzar ese auténtico mercado único interior, necesitamos financiar entre diez y quince obras importantes en comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas para intentar que concluyan entre 2010 y 2020… pero no en el año 2030, como va a suceder a este paso”.

Fue un llamamiento persistente, al margen de las modas dominantes. Porque era muy consciente, además, de que las actuales restricciones presupuestarias podían retrasar el acercamiento entre las islas y con el mundo, clave para llegar a ser un auténtico nodo atlántico. Insistió tanto en ello como para que esta reseña quiera ser también eco de la última y más tenaz de sus visiones, de sus mensajes. Porque estaba convencido de que el potencial creador desarrollado en las tres últimas décadas puede ser la palanca de nuestro futuro si logramos romper el estrangulamiento histórico de las comunicaciones.

Biografía

Adán Martín Menis nació el 19 de octubre de 1943 en Santa Cruz de Tenerife. Estudió en las Escuelas Pías y en 1960 se trasladó a Barcelona para continuar su formación. Ingeniero Industrial y diplomado en Dirección de Empresas por la ESAE, inició su carrera política en la UCD (Unión de Centro Democrático) en el año 1979 y como teniente de alcalde del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, a las órdenes de Manuel Hermoso. Elegido presidente del Cabildo de Tenerife en 1987, ya con la Agrupación Tinerfeña de Independientes (ATI), desempeñó el cargo durante doce años. En 1999 y en las filas de Coalición Canaria (CC) entró a formar parte, como vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda, del Gobierno de Canarias presidido por Román Rodríguez. Finalmente, fue presidente del Gobierno de Canarias entre 2003 y 2007, primero en coalición con el Partido Popular (PP) y, a partir de mayo de 2005, con un ejecutivo exclusivamente nacionalista. Retirado de la primera línea política, falleció en octubre de 2010, cuando estaba a punto de cumplir 67 años.

Publicado en el Anuario de Canarias 2011: https://www.anuariodecanarias.es/anuario-2010/el-ultimo-mensaje-de-adan-martin/